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Mi primer blog

Vida

Ayer por la tarde, cuando me instalé delante del ordenador, acomodándome en el sillón de 'Señor Informático', decidí ver la última película de Antonio Mercero: Planta Cuarta. Me gustó bastante, la verdad. Supongo que seréis muchos los que ya la habréis visto. Desde hace un par de años fallo bastante a las proyecciones en el cine, pero, tarde o temprano, termino viendo una buena parte de ellas.

Mientras pasaban los minutos de película, no podía evitar que pasaran por mi mente imágenes, palabras, momentos y situaciones, en las que estuve envuelto en una etapa de mi vida, años atrás. No me paré a reflexionar. Al finalizar la película, me di cuenta que todos esos pensamientos habían sido auto-almacenados por mi (propia) mente, y me volvieron a pasar... uno por uno. Esta vez, acompañados de reflexiones:

Volví al mes de enero de 1993. Vivía en Palma de Mallorca y estudiaba 2º de EGB. Destacaba de entre los demás compañeros de clase, no sólo por mis diabluras, sino también porque era de los rápidos y de los que mejores notas sacaba. Entonces practicaba tres deportes: fútbol, tenis y natación. Era deportista, sí, y no se me daban nada mal. Un día como cualquier otro, mi madre me besó y, al cabo de unos minutos, me salió un cardenal justo en el lugar que, previamente, había sellado con sus labios. No le dimos importancia. Pasaron unos días y mi cuerpo estaba repleto de cardenales, me cansaba al realizar ni medio entrenamiento, al ir a comprar al supermercado, ... Hablamos con mi pediatra, que también era vecina nuestra, y nos dio hora para las 8:00 de la mañana siguiente y hacernos así unos análisis. Me los hice y desayuné en un bar al lado de la clínica. Volví a casa y caí en el sofá del salón, rendido, donde dormí hasta que mis padres, exhaustos, me despertaron diciendo: "Pepe, despierta. Despierta que nos tenemos que ir, corre." No entendía nada. "¿A dónde?" "A Barcelona.". Entendí aún menos.

Efectivamente, fuimos a Barcelona. Y esa misma tarde, ya oscurecida, aparecimos en el Hospital de la Vall d'Hebró. Paramos en el mostrador de información y mi padre le hizo una pregunta al que estaba allí sentado. Nos dijo que siguiéramos la línea verde hasta el final. Así lo hicimos. Tres metros hacia adelante, seis hacia la derecha, dos a la izquierda, tres a la derecha, otros dos a la derecha, un par de ellos a la izquierda y a la derecha... Sin haber tomado ninguno de los ascensores, ni tan siquiera un solo peldaño de ninguna escalera, nos encontramos delante de unas puertas que decoraba un cartel que decía 'HEMATOLOGÍA INFANTIL'. Llamamos a la puerta y, casi al instante, apareció una enfermera. "Os estábamos esperando." Me llevaron a un box. Me hicieron quitar la ropa y ponerme uno de esos pijamas de hospital, de color azul, y me estiraron en la cama. La enfermera cargaba con un material un tanto extraño, incluyendo una palomita. A mi derecha estaba un chaval nueve años mayor que yo, acompañado por sus padres, y una vía en el brazo izquierdo. Estaba hecho a partir del material del brazo de la enfermera. Les supliqué, a ella y a mis padres, que, por favor, no ingresaran... Si por ellos hubiese sido, no lo hubiesen hecho. Esa noche fue la primera que pasé en un hospital. Mi madre se quedó a mi lado. Había comenzado una lucha por mi vida: yo contra mí mismo.

4 comentarios

Crash_O -

Lo sé, perdón, :( Pero es que he estado cinco días de vacaciones, ^^ Y el resto... bebiendo, :P Pero un poquito de tranquilidad, eh? Que volveré a escribir gilipolleces de las mías, xD!

paula -

crash este blog lo tienes abandonado....queremos saber mas!!!! perdona pero ultimamente he estado un poco down pero pronto hablamos, ok??
sweet kisses

Marta -

Ves como si que tienes muchas cosas que contar? Sigue así, a ver si nos vemos por el messenger que hace ya dias! Me ha impresionado tu historia, que fuerza de voluntad!
Besos!

paula -

jolines que fuerte....

besitos de cura sana